jueves, 16 de agosto de 2012


Trucos para las esperas

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Cuando dejamos atrás la caza del corzo en celo en esos días que van entre julio y agosto, avanza ya un mes en el que los aguardos al jabalí se convierten en la joya venatoria del periodo estival.
Y no crean que sea escaso menú, pues para muchos la belleza con que la luz de plata adorna las noches agosteñas es suficiente atractivo venatorio. Aunque sería oportuno matizar que, por estas fechas, y aún contando con que tanto la luna como la climatología durante este mes resulta un atractivo añadido para el aficionado a las esperas, las posibilidades de jugar un lance con un cinqueño durante la época canicular pueden que resulten más difícil de lo normal. La razón fundamental es que tanto la vertiginosa transformación del hábitat como lo impredecible que resulta interpretar el careo de un macareno en verano debido a la abundancia de comida que hay en el campo. 

Cierto es que una espera se puede malograr en cualquier instante por mil vicisitudes diferentes, pero llegadas estas fechas del año aún más. Las noches agosteñas, sin duda, envueltas de encanto para los humanos, no lo son tanto para la caza mayor, mayormente, por la transformación tan rotunda que ha experimentado el agro en escaso margen de tiempo. En un abrir y cerrar de ojos aquellas inmensas tierras cerealistas que durante meses sirvieron de cobijo y fuente de alimento a los venados, corzos y jabalíes, de repente se han quedado desnudas, una alteración vertiginosa del medio que incide directamente en el comportamiento de estos ungulados. Por eso, no es de extrañar que a estas especies durante un tiempo les cueste acomodar sus sentidos a la nueva situación, en concreto el jabalí, aún más a los machos adultos, su instinto les lleva a tomar todo tipo de precauciones por unos parajes que les resultan desconocidos.
UN BUEN APOSTADERO
Aparte del natural recelo que al jabalí le produce la brusca trasformación del que fue hace poco tiempo su hábitat habitual, también juega en contra del esperista la facilidad para encontrar sustento estos animales: una vez acabada la recolección del cereal es evidente que queda mucho grano en las tierras, las patatas se empiezan a recoger y, sobre todo, los cultivos de girasol y maíz ya han granado, y no son sólo una fuente de alimento importante, sino que además estas forrajeras les proporcionan también refugio. En consecuencia, los cebaderos tan efectivos durante muchos meses del año para preparar el aguardo ahora ya no lo son tanto, por consiguiente, si queremos optimizar nuestras posibilidades de éxito no nos que más remedio que buscarles las vueltas de forma diferente. Afortunadamente, contamos con la posibilidad de plantear la espera en alguna baña o revolcadero de los utilizados por esta especie para desparasitarse. Sin duda, la mejor opción para el esperista a la hora de plantearse un aguardo durante este mes, salvo que en estas presumibles posturas se encuentren muy trajinadas por un uso exagerado de las mismas, en este caso aunque las piaras sigan entrando a bañarse. Otra cosa es contar con la presencia de ese animal que ya ha cumplido los cuatro o cinco años. En estos casos, y para salir de dudas, lo mejor es previamente analizar las huellas, operación bastante sencilla si tenemos en cuenta que en el barro es bastante fácil descubrir los presumibles actores que han visitado la charca.
CEBAS Y CEBADEROS
Dando por sentado que la posibilidad más atractiva para colocarnos de espera en este mes es elegir un bañal sobado, también puede darse la circunstancia, de hecho es harto frecuente en nuestra reseca piel de toro, que instalados en plena canícula no exista ningún humedal ni charca con algo de agua en el coto, y claro, como el uso de  productos químicos atrayentes está prohibido en la vigente legislación de caza (reglamentación que no entiendo ni comparto), no nos queda otra alternativa que buscar alguna siembra en la que los daños sean evidentes, eso sí, tras la oportuna solicitud y posterior autorización de Medio Ambiente. Localizado algún cultivo de maíz o girasol en los que la presencia de los suidos sea evidente es determinante, tanto por las posibilidades que existen de culminar con éxito el anhelado lance, como por la delicia que supone para cualquier amante de la naturaleza ver o escuchar a estos animales tronchar las mazorcas o las tortas arropados por la luna en el inmenso silencio de la noche. Lo peor del caso, para aquel aficionado que lo que menos le interesa es hacer carne, es que en estas situaciones abatir un buen marrano tampoco es nada fácil a no ser por un golpe de suerte.
A buen seguro que los astutos macarenos también participan de estos festines. A veces las huellas lo ponen bien de manifiesto, ocurre que un animal de este porte entrará muy tarde tras haber tomado el aire durante varias horas y desde distintos puntos antes de decidirse a entrar. Incluso puede darse el caso de algún animal resabiado que, si en alguno de estos cultivos encuentra aparte de la comida tranquilidad, éste es capaz de permanecer en el interior de estos cultivos encamado bastante tiempo mientras nadie turbe su paz.
OTROS SIGNOS EVIDENTES
Aparte de las fuentes de alimentación ya mencionadas y su predilección por las bañas, existen otras marcas en el campo que, a simple vista, y para aquellos que no estén muy versados en estas lides puede que no supongan ninguna pista llamativa, sobre todo tratándose de una época año en la que la sequedad y dureza del terreno hace muy difícil descubrir huellas. Concretamente nos referimos a esas piedras removidas de su lecho sin ninguna razón aparente en medio del monte, cuando sean testigos de tal hecho no duden de que éstas han sido movidas por los jabalíes, se trata de una práctica habitual de los suidos para procurarse un alimento proteico de gran valor nutritivo y con relativo poco esfuerzo. Tal comportamiento coincide, mayormente, en plena época canicular, y aunque suelen ser las cochinas las que utilizan tal técnica, se debe a la gran cantidad de invertebrados, ratoncillos e incluso diferentes tipos de reptiles debajo de las piedras. Aunque tampoco es nada extraño que algún macho se sirva de su maña para aprovechar un recurso alimentario fácil de encontrar y de gran aporte nutritivo. Así que ya saben cuando observen este suceso no les quepa la menor duda de que por el contorno hay cochinos, y lo que es más importante, posiblemente nos encontremos bastante cerca de su zona de encames.
LA MEJOR OPCIÓN 
Vistas las distintas opciones a las que hemos hecho mención para plantear una espera, la atracción que les produce el baño, mejor diríamos el barro como antiparasitario frente al despiadado ataque de incómodos invertebrados (pulgas, garrapatas, etc.), sin ningún tipo de duda, estos enclaves durante la época estival sean la mejor opción que cabe para jugar el lance. La única dificultad reside en dar con los revolcaderos naturales, ya que por lo general suelen ser lugares muy resguardados, puntos concretos en los que sepamos que existen tierras blancas de greda o bien arcillas rojas muy viscosas, que son las que poseen esas cualidades protectoras para proteger su piel. En el caso de que no conociéramos con anterioridad algún emplazamiento de este tipo, lo mejor es patear el monten en busca de huellas recientes de barro, bien entre los arbustos o en los troncos de los árboles, signos inconfundibles de que algún jabalí se ha restregado en ellos. Por consiguiente, una vez descubiertos esos rastros de barro, habrá que seguir las huellas que nos lleven al anhelado humedal. Pero, además del barro con el que impregnan los troncos cuando se restriegan en ellos, también utilizan éstos para afilar sus navajas, un detalle que nos será de gran utilidad para valorar el tamaño y edad del inquilino que campea por ese territorio.
CUANDO VUELVEN A LOS ENCAMES
Otra opción que suele dar buen resultado con los machos resabiados es invertir la costumbre y en vez de preparar la espera tradicional, vamos a buscarle las vueltas al cochino y esta vez llegaremos de madrugada para colocarnos en alguna trocha sobada que sepamos le lleva de regreso a su encame. Esta es otra opción de escaso arraigo entre los esperistas, pero que suele dar buenos frutos, el mayor inconveniente es que hay que conocer muy bien el monte y el careo habitual del cochino para elegir el lugar adecuado. En estas ocasiones es de gran utilidad el empleo de algunas cámaras de las llamadas de trampeo, la Trophy Cam, de flash ciego, da un excelente resultado para controlar a los animales y saber la hora en que realizan los desplazamientos. Nuevos artilugios al servicio del cazador, tanto este modelo como otros parecidos, que prestan un gran servicio no sólo al esperista sino también para el control y gestión de cualquier aprovechamiento cinegético
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